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Caracas. El presidente Hugo Chávez de Venezuela empezó este mes como el partidario político más importante del mayor grupo rebelde de Colombia, y un defensor feroz de su propia reestructuración de los servicios de inteligencia en su país. Sin embargo, en el transcurso de unas cuantas horas del fin de semana, confundió a sus críticos al cambiar el curso de ambas políticas polémicas. Al hacerlo, Chávez exhibió la disposición de una autorreinvención que le ha funcionado bien en tiempos de crisis a lo largo de su prolongada carrera política. Una y otra vez, ha corrido el riesgo de impulsar posiciones y políticas temerarias, aunque después cambia a un curso más moderado cuando las consecuencias han parecido demasiado nefastas. Y, aun cuando se acusa a Chávez de hablar como un autócrata y de tratar de gobernar como tal, sus acciones recientes confirman que la democracia de Venezuela, aun cuando en ocasiones parece demasiado frágil, aún sirve como un control de los deseos del Presidente. Son pocos los temas que ilustran la capacidad de recuperación de la disidencia en Venezuela como el debate en torno a la ley sobre inteligencia, por la cual se habrían abolido la policía secreta y la inteligencia militar, y se habrían reemplazado con nuevos organismos de inteligencia y contrainteligencia. Elaborada en secreto y puesta en vigor mediante decreto presidencial, el alcance de la ley impactó la oposición política. La ley habría obligadoa los jueces venezolanos a apoyar los servicios de inteligencia y los ciudadanos a cooperar con grupos de monitoreo comunitario, lo que generó temores generalizados de que el gobierno quería seguir a Cuba en la creación de una red de informantes que abarcara toda la sociedad, y cuyo objetivo principal era cortar de raíz las actividades antigubernamentales. Henry Rangel Silva, el jefe de la policía secreta, apareció en la televisión estatal para defender la ley, pero terminó empeorando las cosas cuando reconoció que sus espías ya estaban rastreando las actividades de los candidatos políticos, una revelación que pareció reforzar las inquietudes en cuanto a que el objetivo de la reestructuración de la inteligencia era suprimir los cuestionamientos al régimen de Chávez, que va a entrar en su décimo año. El alboroto que se dio como reacción a la ley fue intenso, y provino de grupos de derechos humanos, agencias de noticias, líderes católicos y, claro está, caricaturistas que de inmediato apodaron la ley con un mote pegajoso: “La ley Getsapo”, un juego de palabras, ya que en el lenguaje coloquial venezolano, sapo quiere decir “soplón”. Dado que están programadas elecciones regionales para finales de este año, es posible que Chávez haya querido limitar el daño potencial de las repercusiones negativas para los candidatos de su partido socialista. Sin embargo, también es posible que haya reconocido un buen momento para retirar una ley que, en sus propias palabras, tenía aspectos “indefendibles”. Chávez convocó una comisión para hacer una versión nueva de la ley. “Chávez tiene un instinto político increíble”, dijo Fernando Coronil, un historiador venezolano de la Universidad de Michigan. “Ha mostrado haber tenido, con pocas excepciones, el pulso del país, interpretar el ánimo político cambiante mejor que nadie”. Dicho esto, Chávez ha parecido en ocasiones no distinguir los matices de ese estado de ánimo. En diciembre, rechazaron por un margen mínimo su reforma constitucional amplia, por la cual habría ampliado sus poderes. Sin embargo, ha demostrado ser lo suficientemente astuto como para saber cuándo sus políticas no cuentan con apoyo suficiente, como cuando retiró hace poco el plan de estudios de inspiración socialista o un incremento en las tarifas de los autobuses. El cambio de Chávez en su política sobre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia o FARC,al grado de llamarlas a terminar su guerra de guerrillas, indica una habilidad similar para reconocer el momento en el que algunas de sus apuestas no están redituando. En las últimas semanas, han sido cada vez más las acusaciones de que su gobierno trató de proporcionar financiamiento y armas a las FARC, mismas que Venezuela niega firmemente. Sin embargo, de cara al asesinato reciente de varios comandantes de las FARC, junto con la captura en Colombia de un oficial militar venezolano acusado de proporcionarles municiones, Chávez pudo haber reconocido que su llamado a que otros países reconozcan las guerrillas como una fuerza legítima fue potencialmente aislante para Venezuela, en especial si surgen pruebas de apoyo militar o financiero a los rebeldes. Eso podría tener consecuencias serias, incluidas sanciones estadounidenses al comercio, un tema espinoso para ambos países dada la posición de Venezuela como principal proveedor de petróleo de Estados Unidos. Algunos de los críticos de Chávez dicen que es posible que haya tenido en mente su posición internacional, ya que es creciente la percepción de que las FARC son una fuerza marginada, tanto militar como ideológicamente. “El cambio de táctica de Chávez es una forma en la que puede canjear una situación en la que Colombia presentaría acusaciones en su contra en una instancia como la Organización de Estados Americanos”, dijo Diego E. Arria, un ex enviado venezolano ante Naciones Unidas. Fuente: The New York Times News Service. Disponible en: http://www.diariolasamericas.com/news.php?nid=54585&pag=2 Por Simon Romero

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