comparte

Bogota. Pedro Antonio Marín o Manuel Marulanda Vélez. La muerte del líder de las FARC representa el fin de un mito. El hombre que comandó un grupo rebelde que llegó a tener 20.000 miembros y esquivó la persecución del Ejército, dejó tras de sí una estela de secuestros y acusaciones de negocios con el narcotráfico. Así como murió, vivió Manuel Marulanda o Tirofijo. En la espesura de la selva colombiana, esquivando bombardeos, ocultándose entre las sombras de las montañas, alimentando el mito del hombre escurridizo, 17 veces declarado muerto, que empujó a millares a combatir por un ideal social que degeneró más tarde en una cadena de crímenes atroces. En Colombia algunos creen que el mejor epitafio para recordarlo sería: el guerrillero más viejo del mundo que falleció sin querer hacer la paz. Ojos achinados, pómulos salientes, cabello fino y de cuerpo fuerte, así se veía Pedro Antonio Marín, el verdadero nombre de Marulanda, a sus 20 años. Desde joven fue silencioso, observador e intuitivo, según lo describen quienes lo conocieron. Su personalidad se mantuvo intacta tras 78 años de vida: Un campesino de hablar pausado que con fusil en mano era capaz de inspirar respeto en su tropa. Marulanda nació el 12 de mayo de 1930 en el departamento de Quindío, creció en una familia de convicción liberal, seguidora fiel del verbo de Jorge Eliécer Gaitán. Después del asesinato de Gaitán en abril de 1948 y tras la explosión de violencia en las calles que desataron los hechos del Bogotazo, Marín decidió tomar las armas. “Era un muchacho pueblerino, jovial, con el que siempre conversaba en Caldas. Entró a la lucha armada como consecuencia de la violencia conservadora propiciada por el gobierno de Mariano Ospina Pérez con el objetivo de destruir a los liberales del país. La familia de Marulanda sufrió la arremetida de la policía, por eso funda una guerrilla en Génova”, recuerda el ex senador Otto Morales Benítez. El ex parlamentario cuenta que fue amigo del padre de Marulanda, Pedro Pablo Marín Quiceno, en los años cuarenta, cuando el trajín político por la defensa de la causa liberal los unió. Éste tenía una tienda y allí llegaban las noticias sobre los movimientos del partido en el departamento y en todo el país. De ver a su padre vender, Tirofijo adquirió las habilidadaes para el comercio, pero en esencia era un hombre de campo. Fue expendedor de carne, panadero, vendedor de dulces y constructor. “Cosas así que le daban a uno para pasar el día y sobrevivir, pero no para conseguir un patrimonio estable, aunque uno fuera un muchacho con ideas de ganador”, le dijo alguna vez a su biógrafo Arturo Alape. Morales Benítez explica que Marulanda junto a un puñado de hombres armaron una guerrilla campesina para combatir a los conservadores. “No había convicción por la lucha social, sólo la necesidad de sobrevivir”, recuerda. Desde entonces el político perdió el rastro del potencial líder subversivo. A finales de los cincuenta la violencia los volvió a encontrar. “Nos vimos en Chaparral, departamento de Tolima y aún no llegaba a los 30. No tenía ningún planteamiento político, era un hombre sencillo, de pocos argumentos, si alguien le preguntaba algo y no sabía qué responder entonces él hacía preguntas a su interlocutor”, recuerda Morales Benítez, quien se reunió en 1957 con Marulanda luego de que se creó la comisión investigadora de las causas de la violencia entre 1948 y 1958. El presidente Alberto Lleras Camargo (1958-1962) emprendió un proceso de pacificación y reconstrucción, pero el esfuerzo no trascendió lo suficiente para desarmar a las guerrillas de entonces. De resistencia a revolución. A pesar de que la violencia entre liberales y conservadores parecía superada, Marulanda y su grupo siguió en la resistencia. El mito del hombre que escapaba a los combates con el Ejército estaba despegando, y la presencia de las ideas comunistas en el país se esparcía como en el resto de la región. Para la década de los sesenta, Marulanda ya contaba con el mote de Tirofijo, según sus compañeros se debía a su buena puntería, “donde ponía el ojo, ponía la bala”. En Marquetalia, al sur de Caldas, los conservadores denunciaron la existencia de 16 repúblicas independientes, zonas de resistencia campesina, en la que pedían mejoras sociales al gobierno de Guillermo León Valencia (1962-1966). La orden del Ejecutivo fue exterminarlas bajo la Operación Marquetalia, reseña en un artículo el analista Eduardo Pizarro LeonGómez. El 27 de mayo de 1964 se inició el ataque en el que según la historia, Marulanda dirigió a 48 combatientes que repelieron al Ejército y dio origen a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Paz fracasada. Diez gobiernos se sucedieron en Colombia desde la creación de las FARC, todos combatieron a Marulanda y a su ejército irregular con armas. Otros buscaron pacificarlos en mesas de negociación. “En 1984 Marulanda y otros miembros del secretariado como Jacobo Arenas propiciaron una reunión con el gobierno de Belisario Betancur (19821986) para pacificarse. En ese entonces él mantenía su mentalidad de la lucha guerrillera, pero carente de la ideología que las FARC proclaman en sus estatutos. Eso se lo inventaron los guerrilleros que fueron a las universidades, él no porque no era un ideólogo. Fue respetable como combatiente, pero también le hizo mucho daño al país”, indicó Morales Benítez quien participó como uno de los firmantes en la comisión de paz. Para la época, las FARC ya practicaban el secuestro para presionar al gobierno de Betancur, recuerda el ex senador liberal. “Una de las declaraciones que se hizo fue que no volverían a secuestrar, pero no cumplieron. Marulanda sobre eso no opinaba”, señaló. Esa fue la última vez que se vieron. Otro entusiasmo por la paz fracasó y Colombia revivía un nuevo capítulo de violencia urbana con la expansión del narcotráfico. Últimos tiros. A mediados de los noventa las FARC llegó a tener 20.000 hombres en armas y el narcotráfico pasó a ser uno de los medios de financiamiento. El ideal de defender a las clases desfavorecidas se desvirtúa. La cohesión de toda esa gente era Marulanda, reveló un ex comisionado de paz que prefirió el anonimato. El ex funcionario lo describe como un hombre pragmático para quienes los secuestrados eran sólo fichas de cambio que le permitían llegar a su objetivo: canjear a los guerrilleros presos por rehenes y soldados en su poder, objetivo que se mantiene hasta hoy. “Planteó que en el momento del canje soltarían a todos los secuestrados, pero antes no, porque los civiles eran para presionar al Gobierno o para extorsionar. Sobre el narcotráfico lo veía como una opción para los campesinos hasta tanto las autoridades no les dieran otra clase de subsistencia”, indicó el ex comisionado de paz. Sobre un sexagenario Marulanda dice: “Era un líder indiscutible que era tratado con respeto por los demás miembros del secretariado, que tenía un pensamiento de izquierda marxista”. A las negociaciones de paz en San Vicente del Caguán acudieron diplomáticos, políticos y periodistas. El ex embajador de Venezuela en Colombia, Vicente Gerbasi; el diputado del PPT, Rafael Uzcátegui y del PCV Amílcar Figueroa se reunieron con Marulanda por escasas horas. “Hablé dos días con él. Se interesaba por saber qué pasaba en Venezuela con el proceso Constituyente y sobre Latinoamérica. Teníamos una visión distinta de la política porque concebía a la guerra prolongada y el cerco de las ciudades para tomar el poder”, relata Uzcátegui para quien el guerrillero era admirable. Gerbasi, quien lo conoció en 1999 lo recuerda como un hombre parco, amable y atento de trato. “Sólo habló para defender a los colombianos alzados en armas contra la oligarquía, entre ellos los niños, por eso no se podía impedir la presencia de menores de edad en las FARC”, indicó. A pesar de que Marulanda era percibido como un hombre pacífico, fue también considerado un criminal, sobre el que pesaban 21 órdenes de captura internacional en manos de Interpol. Human Rights Watch criticó persistentemente los abusos de los guerrilleros en contra de la población y exhortó a Marulanda a corregirlos. Se le acusaba por la muerte de 10 secuestrados en mayo de 2003 entre ellos el ex gobernador del departamento de Antioquia, Guillermo Gaviria, y el ex ministro de Defensa, Gilberto Echeverri. El 26 de marzo de 2008 murió en brazos de su mujer Sandra de un ataque cardíaco. En Colombia, al menos en las zonas urbanas, pocos catalogan a Marulanda como un héroe. Será recordado como uno de los responsables de la violencia que ha hecho correr sangre por toda la geografía del país andino en los últimos 40 años. Fuente: EL Nacional.Mundo/18 Marian Marval Díaz

comparte